Devolvemos a la abeja su carácter silvestre

Hemos hablado de la miel, sus propiedades y su productora, la abeja. Ahora vemos como ha sido la intervención humana en la vida de las abejas.

El primer testimonio de contacto entre el hombre y las abejas se ve en las pinturas rupestres encontradas en varios continentes. Una de las más famosas en la de la foto, representa una persona rodeada de abejas sacando miel o cera del enjambre. Se cree que es del año 8000 A. C. y está en la Cueva de la Araña, en Biocorp, Valencia.

Durante mucho tiempo nos limitamos a la recolección de miel y cera en enjambres silvestres, los romanos expandieron la cultura apícola por todo el imperio, motivados por la producción de hidromiel. En 1750 el Marqués de la Ensenada, recogía el número de colmenas existentes para su posterior pago de impuestos a la corona. Se trataba de una apicultura rudimentaria, alojando enjambres en troncos vaciados llamados trobos y retirando la producción con posterior destrucción del enjambre.

Las abejas silvestres viven en troncos huecos o en cualquier espacio protegido de la lluvia y frío. Los humanos empezamos recogiendo miel de estos enjambres silvestres para posteriormente darles un tronco vacío para que se instalen en él y tener el enjambre controlado. De esto pasamos a las cajas con cuadros móviles para poder manejar colmena por dentro.

Benigno Ledo en su libro publicado en los años 80 no habla enfermedades, solo se describe un piojo que parasita las abejas. No habla de ellas porque no son un problema, las abejas son capaces de defenderse de ellas. A partir de aquí comenzaron los errores:
- Hormigas, es muy común ver hormigas en los techos de las colmenas, los apicultores empezaron a usar insecticidas para matarlas cuando no son ningún problema para el enjambre.
- Polilla, hay una eterna guerra entre la polilla y las abejas, pero estas saben cómo controlarla, los apicultores empezaron a usar alcanfor para repeler a la polilla.

Lo que, se trata de una enfermedad vírica de la que las abejas sabían defenderse hasta que introducimos la lo que americana, producto de la importación de abejas de otros continentes. Los apicultores empezaron a usar antibióticos para intentar controlar esta pandemia, pero las cantidades de antibiótico nunca fueron, ni son controladas. Varroa, importamos de china un ácaro que llega a matar el enjambre de abejas si no se actúa con acaricidas, nuevamente sin control veterinario alguno.

Alimentación, las empresas apícolas insisten en la necesidad de alimentar con piensos, con un en productivista y comercial. Los apicultores intensifican los colmenares, los mueven según las Floraciones, provocando así masificaciones de abejas. Introducen especies no adaptadas a las condiciones climáticas, o seleccionan genéticamente abejas más productivas pero más débiles. Hoy las abejas viven en un entorno hostil creado por el uso de pesticidas en la agricultura, un cambio climático que las descontrola, la introducción de depredadores como la avispa velutina, junto con todas las sustancias tóxicas y manejos que hacen los apicultores.

En Abellamoura creemos necesario devolver a las abejas su carácter silvestre. Las abejas vivían mejor sin la intervención humana. No usamos químicos sintéticos, ni antibióticos, no alimentamos artificialmente, no masificamos los apiarios, buscamos un entorno sin contaminantes e intervenimos lo mínimo posible.

Queremos abejas felices.